Reuniones familiares, eventos, regalos, cenas… La Navidad es un periodo para disfrutar, o no. Son muchos los que en estos días sufren lo que se ha denominado como ‘estrés navideño’. ¿Cómo lo evitamos? El psicólogo Sebastián Mera nos da las pautas para reducir el estrés en esta época del año.
Hemos crecido con la idea de que en diciembre ser feliz es obligatorio y en realidad es una época que nos genera mucho estrés. ¿Por qué?
Es precisamente por la influencia cultural y social, y la “obligatoriedad” de ser felices, lo que nos hace que nos “obliguemos” a la vez, a cumplir con esa norma, y si no somos felices, entonces estamos estresados, y a la vez, nos estresamos porque “tenemos que ser felices” sí o sí. El esquema que mantendría ese estrés y malestar sería: “Si no soy feliz es porque hay algo equivocado en mí”, y por consiguiente se lucha contra ello, creando un círculo que se retroalimenta.
¿Cuáles son los síntomas derivados del estrés que nos producen estas fechas repletas de compromisos?
El nerviosismo, la sensación de descontrol, especialmente en lo que se refiere a la alimentación y todo lo que ello conlleva, falta de sueño, irritabilidad, inquietud interior, e incluso la sensación de que “no llegamos a todo”.
¿Cómo deberíamos actuar para pasar una Navidad feliz y que no se convierta en una pesadilla?
Es fundamental no establecer expectativas demasiado exigentes, que no harán sino, a la vez, crearnos la obligatoriedad de su necesario cumplimiento. En otras palabras, poner en valor lo que es importante para nosotros, lo que nos hace sentirnos bien, sin que ello conlleve a un estado de ánimo ansiógeno o estresante.
El estrés puede ser todavía mayor si le añadimos que en una empresa se suele trabajar con más intensidad en estas fechas aumentando los niveles de estrés. ¿Cómo debemos actuar en estos casos?
Tendríamos que analizar qué situaciones son las que puedan estar haciendo que nuestro nivel de estrés se acentúe. Considerar que la autoexigencia y el perfeccionismo no son sino eslabones que hacen que progresemos en el nivel de estrés, y más aún si las exigencias no son cumplidas en tiempo y forma. Es importante, a la vez, aprender a relativizar, y entender que no son los sucesos los que nos hacen sentir estresados, sino el valor que nosotros le damos a dichos sucesos.
Otra de las cuestiones que nos genera un cierto nerviosismo son las celebraciones de empresa. Es un momento en el que empleados y jefes comparten un ambiente más distendido de lo que supone el espacio laboral. ¿Cómo debería comportarse un jefe en una celebración de este tipo y viceversa?
Hay que considerar que quien ostenta un puesto jerárquico superior, y cuyo rol que desempeña está perfectamente establecido, ha de transmitir credibilidad.
Si esa persona, a lo largo de todo el año, ha creado una atmósfera laboral aversiva, es difícil que sea creíble, en el contexto de celebración, como “uno más”. Se diría que la regla que está establecida a lo largo del año, tanto si es positiva como negativa, no se va a ver cambiada, de un momento a otro, por una mera celebración. Aunque los contextos, laboral y de ocio, sean diferentes, la estructura del individuo se considera que es altamente permanente y consistente, independientemente de la situación, y se sea o bien jefe o bien subordinado.
Por último, otra de las cuestiones que nos preocupa es la gran cantidad de regalos a los que tenemos que hacer frente. ¿Cuáles son los consejos qué deberíamos adoptar para evitar sustos al final de mes?
Hay que considerar que para evitar esos “sustos” a fin de mes, es importante calibrar las posibilidades y circunstancias económicas de cada persona en particular. Podría ser de utilidad iniciar el planteamiento desde un importe total global, que cada cual pueda permitirse, y desde ahí establecer jerárquicamente los regalos y su consiguiente destinatario. En definitiva, es lo que cada individuo pueda permitirse y lo que, a la vez, le haga sentirse satisfecho, evitando en todo momento hacer encuadres comparativos con otras personas.
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